La Biblotecaria de Auschwitz

La primera vez que escuché el nombre de Ana Frank, estaba en la etapa escolar. Mi maestra fue quién nos contó su historia. Difícil que ese recuerdo se borre de mi memoria. Llegué a casa y pregunté si conocían algo sobre esa niña; mamá me contó lo que sabía y me ayudó a buscar en una revista una foto de ella que creía que había. Ese recorte estuvo por mucho tiempo en mi mesa de luz. Fui creciendo y el interés nunca mermó, al contrario, buscaba información, preguntaba a los profesores de historia. Hasta que hace unos años, tuve en mis manos el famoso Diario de Ana Frank, y fue uno de los regalos más lindos que recibí . Me llevó varios meses comenzar a leerlo, no por ese miedo que nos da a los lectores al depositar grandes expectativas en x lecturas, sino, por la carga emocional que podía conllevar leerlo.

Dita es una adolescente judía deportada junto con sus padres a Auschwitz, en este campo de concentración funciona una escuela, liderada por Fredy Hirsch. Donde se imparten clases con distintos profesores y varios adolescente voluntarios, Dita integra este último grupo; pero cumple una tarea espacial, ella se encarga de custodiar una pequeña biblioteca prohibida.

La historia gira en torno a Dita, pero Fredy cumple un rol importante. Tan similares en su entereza, la lucha por sus convicciones, arriesgarse por estas a tal punto de poner en riesgo su vida. Y diferentes en otros aspectos, mientras que Fredy es un líder nato, hipnótico con su actitud, y un fiel creyente. Dita es todo lo contrario, tímida, irreverente muchas veces,de esa irreverencia nace un sarcasmo bastante agudo junto a una mente que todo lo cuestiona. Siempre son buenos los diferentes puntos de vista, y aquí eso es constante.
Con una narración sencilla, este libros nos lleva muchas facetas que van directo a nuestras emociones. A pesar de la situación en la que se encuentran, pueden seguir fijándose en ciertas nimiedades, no pierden la cotidianeidad en cierto sentido, eso es verdaderamente conmovedor.Tiene momentos tristes que, a mi manera de ver, están perfectamente relatados, me fue imposible no llegar a las lágrimas.La rabia me traspasó, porque refleja perfectamente la escasez de humanidad, las atrocidades a las que se llega y tambien cómo en estás situaciones límite, los seres humanos prefieren pisotear a sus pares, por unas migajas de beneficios. Sin dudas fue emocionante leer las muestras de amistad incondicinal. Que el amor, todo tipo de amor, puede transformar a las personas en un buen sentido. Este libro nos habla de la esperanza, de que literalmente, es lo último que tenemos que perder. Y de algo que considero magnífico… La capacidad de sacrifico,de empatía, de pensar en el otro aun sin conocerlo. Hoy escribiendo esto me doy cuenta de que nos esos grandes matices, que habitan en la sociedad.
No puedo dejar pasar algo importante. Estas páginas son una verdadera declaración de amor a la literatura. La sensibilidad que vuelca cuando se refiere a lectura me pareció realmente hermosa. Esta presente la multifunción de los libros. Esa de hacernos escapar por un ratito de la realidad. Pero también la de mantenernos con los pies en la tierra y los ojos bien abiertos. Creo que esta frase habla por sí sola « cualquier régimen totalitario sin importar su ideología tienen algo en común: la persecución de libros».

Dita es una sobreviviente del Holocausto judío, ella pudo reconstruir su vida al salir de los campos de concentración. Y cito al autor » Asombra cómo alguien con todo ese sufrimiento sobre los hombros es capaz de no perder la sonrisa. « Es lo único que me queda» me dice»
Pero cuando en nazismo decidía por la vida de millones, Dita y Ana tenían poca diferencia de edad. Dita y Ana tenían amigos y familia. Sueños y miedos.En ese momento eran dos adolescentes a las que las ganas de vivir salía por sus poros. Dita y Ana llegaron a cruzarse por muy poco tiempo en ese infierno llamado Auschwitz, aunque sus destinos fueron diferentes. Y al leer está novela, no podía no acordarme de Ana. No podía no sentir la misma opresión en el pecho al terminarla y buscar los nombres que aparecían, ver sus fotos, sus historias. El cerrar los ojos y saber que todas esas personas, plasmadas en las hojas, habían tenido que transitar por semejantes atrocidades. Hoy, después de tantos años, la mesa de luz ya no es la misma y tampoco está la foto, pero entre los libros que me han marcado se encuentra El diario de Ana y ahora- por lo que me ha generado leerlo- pagadito tengo a La bibliotecaria de Auschwitz.

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